Una amistad de Rousseau, la señora De Chenonceuax, le pide que escriba sobre el modo de educar a sus hijos; de ahí sale el grueso libro del Emilio, comenzado a redactar en la primavera de 1758. Sin duda que la madre de familia no esperaba tanto; seguramente Rousseau llevaba tiempo meditando sobre cuestiones pedagógicas, y dicho encargo fue ocasión propicia para explayarse en la obra que conocemos y que será valorada por su autor -en sus escritos autobiográficos- como el mejor y más útil de sus escritos.
La obra se divide en cinco libros, que van cubriendo las diferentes etapas de la educación de Emilio -un niño imaginado, en condiciones ideales- por su preceptor Juan Jacobo Rousseau -en cuanto que preceptor, no menos ideal que Emilio-. Se trata por tanto de una novela ficticia, entreverada de reflexiones teóricas sobre su temática -la educación- y cuestiones sociales y políticas afines. El principio educativo esencial para Rousseau se expresa en las palabras iniciales del Emilio: "Todo lo que procede del Autor de las cosas es bueno, pero todo degenera en las manos del hombre". La tarea educativa consiste en seguir los dictados de la naturaleza: éste es el naturalismo pedagógico de Rousseau, que, sin embargo, requiere precisiones conceptuales. El estado de naturaleza del hombre es precisamente una de la fuentes de problemas en el pensamiento roussoniano.
Para nosotros, el libro que nos compete en esta ocasión es el quinto (y último): Edad viril y educación de la mujer. Como insulso resumen, podríamos decir que al hablar de Sofía, futura mujer de Emilio, Rousseau enuncia los principios de la educación femenina. Ha de ser fiel, modesta y reservada, tanto ante su conciencia como a los ojos de los demás, pues tendrá como misión importante el cuidar de la reputación y el honor de la familia. Tendrá la misma religión que su marido, pues en esto, como prácticamente en todo, la educación femenina se regula por la autoridad, con vistas al futuro matrimonio. Cuando se conocen Emilio y Sofía se agradan mutuamente y se ilusionan por su matrimonio. Pero antes de eso, Emilio acepta la sugerencia del preceptor sobre un largo viaje de instrucción. Por dos años, viajan ambos por Europa, conociendo pueblos, gobiernos y costumbres. A la vuelta, se casan. Todavía sigue el preceptor guiando a Emilio -y ahora también a Sofía- hasta que tienen un hijo, que será educado personalmente por Emilio, siguiendo los pasos a Juan Jacobo que, por fin, desaparece al cerrarse el ciclo educativo.
La obra se divide en cinco libros, que van cubriendo las diferentes etapas de la educación de Emilio -un niño imaginado, en condiciones ideales- por su preceptor Juan Jacobo Rousseau -en cuanto que preceptor, no menos ideal que Emilio-. Se trata por tanto de una novela ficticia, entreverada de reflexiones teóricas sobre su temática -la educación- y cuestiones sociales y políticas afines. El principio educativo esencial para Rousseau se expresa en las palabras iniciales del Emilio: "Todo lo que procede del Autor de las cosas es bueno, pero todo degenera en las manos del hombre". La tarea educativa consiste en seguir los dictados de la naturaleza: éste es el naturalismo pedagógico de Rousseau, que, sin embargo, requiere precisiones conceptuales. El estado de naturaleza del hombre es precisamente una de la fuentes de problemas en el pensamiento roussoniano.
Para nosotros, el libro que nos compete en esta ocasión es el quinto (y último): Edad viril y educación de la mujer. Como insulso resumen, podríamos decir que al hablar de Sofía, futura mujer de Emilio, Rousseau enuncia los principios de la educación femenina. Ha de ser fiel, modesta y reservada, tanto ante su conciencia como a los ojos de los demás, pues tendrá como misión importante el cuidar de la reputación y el honor de la familia. Tendrá la misma religión que su marido, pues en esto, como prácticamente en todo, la educación femenina se regula por la autoridad, con vistas al futuro matrimonio. Cuando se conocen Emilio y Sofía se agradan mutuamente y se ilusionan por su matrimonio. Pero antes de eso, Emilio acepta la sugerencia del preceptor sobre un largo viaje de instrucción. Por dos años, viajan ambos por Europa, conociendo pueblos, gobiernos y costumbres. A la vuelta, se casan. Todavía sigue el preceptor guiando a Emilio -y ahora también a Sofía- hasta que tienen un hijo, que será educado personalmente por Emilio, siguiendo los pasos a Juan Jacobo que, por fin, desaparece al cerrarse el ciclo educativo.
"No es bueno que el hombre esté sólo. Emile es un hombre. Le hemos prometido una compañera. Hay que dársela. La compañera es Sophie. ¿En qué lugar está su morada? ¿Dónde la encontraremos? Para encontrarla es necesario conocerla. Sepamos primero lo que es; luego podremos juzgarmejor en qué lugar habita"Rousseau es selectivo al atribuir rasgos a Sophie y denominarlos "naturales". Tiene una mente "agradable y ágil", "una mente más apta para los detalles que para los principios gnerales". "Le encantan los adornos, la astucia es en ella un talento natural y el arte de la coquetería le es innato". El propósito innato de Sophie, dice Rousseau, es "producir muchos hijos, no unos cuantos"; pero no está destinada sólo a eso, sino a "preservar los vínculos familiares, a gobernar la casa del esposo, vigilar su huerta, actuar como su anfitriona, cuidar de sus hijos, y, por encima de todo, complacerle". En suma, ha de interpretar el papel femenino en la familia patriarcal tradicional. El educador de Rousseau debe atender todos los detalles de la educación de Sophie para frustar los rasgos inapropiados a su papel de esposa y madre dentro de un contexto patriarcal.
"Sophie debe ser una mujer del mismo modo que Emile es un hombre. Es decir, ella tiene que tener todo lo que conviene a la constitución de su especie y su sexo para que pueda ocupar su lugar en el orden moral y físico"Sophie tiene un puesto que ocupar, Emile otro, y la educación de ambos debe equipararlos para que ocupen sus puestos respectivos. Dado que los puestos de los dos sexos son diferentes, a Rousseau le parece evidente que la educación que debe recibir cada uno es distinta. Sophie no debe ser educada para gobernar, sino para obedecer; aunque Rousseau dice que Sophie tiene que ocupar un puesto en el "orden físico y moral", en realidad el lugar que le asigna recae directamente en el órden social.
La triste verdad es que los historiadores del pensamiento educativo han ignorado no sólo el prejuicio sexista de Rousseau, sino todo el tema de la educación de la mujer. Han rechazado a Sophie, porque han definido implícitamente su materia como la educación de los seres humanos masculinos, en lugar de como la educación de todos los seres humanos. Y cuando la educación de las mujeres es excluida de la materia de la historia del pensamiento educativo, somos todos los que perdemos. Las mujeres pierden, porque su experiencia no es reflejada ni interpretada en las obras de estudio, y porque se les niega la posibilidad de entender y evaluar la serie de ideales que los grandes teóricos de la educación del pasado han pensado para ellas. Los hombres pierden, porque se les hace pensar que la educación de las mujeres no ha sido nunca un tema digno de discusión filosófica, y por tanto no lo será nunca, y porque no se les da la oportunidad de ponderar la cuestión de si el sexo o el género es una categoría relevante en el pensamiento educativo. Quizás la pérdida mayor sea la de la propia historia del pensamiento educativo, pues, como he intentado mostrar mediante el ejemplo de Rouseeau, las interpretaciones que rechazan la educación delas muejeres serán con seguridad incompletas, y pueden llegar a ser equivocadas.
Muy interesante,
ResponderEliminarMe recuerda un poco a Amor y Pegadogía, de Unamuno.
Si no lo has leído todavía, quizás te interese ;)
Besin
Un texto muy rico del que se puede aprender mucho. Estamos ante una joven promesa. Así da gusto.
ResponderEliminar¿En qué momento de la historia se pasó de una sociedad matriarcal a una sociedad patriarcal?
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