"DE LO PEDAGÓGICO Y MORALIZANTE A LO ESTÉTICO Y LITERARIO"
A lo largo del siglo XIX se libró una dura batalla entre libros didácticos para la infancia y cuentos populares. Efectivamente, los inicios de la literatura infantil escrita estuvo presidida, y justificada, por un afán pedagógico que ha dejado inservibles la casi totalidad de las obras infantiles de la primera época. Por el contrario, las versiones de los cuentos populares gozaron siempre del favor infantil y terminaron por ganar la partida a favor de la fantasía y el puro goce narrativo. Tal triunfo ha estado siempre matizado por distintos grados de compromiso conl a moralidad vigente y la función educativa atribuida a los libros.
La enorme difusión de los cuentos recopilados por lo folcloristas o recreados por autores que bebían de las fuentes populares permitió mantener estos cuentos en el imaginario colectivo de una sociedad que se industrializaba y alfabetizaba con gran rapidez. La progresiva escolarización social planteó la necesidad de textos de lectura para los pequeños alumnos y los cuentos populares pasaron pronto a las aulas. Ya en 1741 los cuentos de Perrault aparecen en una edición inglesa bilingüe destinada a los niños que aprendían francés. Se inauguraba así otro fenómeno asociado a la literatura infantil hasta la actualidad: su presencia en la escuela.
La literatura de tradición oral había ido perdiendo gradualmente su cualidad de "popular" en el sentido de patrimonio común de las gentes, pero esta cualidad resurgió a través de su traspaso, en parte, a la lectura y a la literatura infantil. A través de esta nueva literatura, muchos de los personajes, motivos y cuentos folclóricos han obtenido un nuevo tipo de "popularidad" al generalizarse su conocimiento durante la infancia y mantenerse hasta ahora como referencia social compartida. En este sentido, Rodari señaló que bastan cinco palabras (niña, bosque, flores, lobo, abuela) para que cualquier persona delmundo occidental evoque y responda "Caperucita Roja". Este tipo de difusión social que ahora se comparte con las pantallas, sobre todo con la familiarización de varios de los cuentos a través de las películas de la industria Disney.
- Al principio, prima el afán pedagógico: los cuentos populares se consideran adecuados para los niños
A lo largo del siglo XIX se libró una dura batalla entre libros didácticos para la infancia y cuentos populares. Efectivamente, los inicios de la literatura infantil escrita estuvo presidida, y justificada, por un afán pedagógico que ha dejado inservibles la casi totalidad de las obras infantiles de la primera época. Por el contrario, las versiones de los cuentos populares gozaron siempre del favor infantil y terminaron por ganar la partida a favor de la fantasía y el puro goce narrativo. Tal triunfo ha estado siempre matizado por distintos grados de compromiso conl a moralidad vigente y la función educativa atribuida a los libros.
La enorme difusión de los cuentos recopilados por lo folcloristas o recreados por autores que bebían de las fuentes populares permitió mantener estos cuentos en el imaginario colectivo de una sociedad que se industrializaba y alfabetizaba con gran rapidez. La progresiva escolarización social planteó la necesidad de textos de lectura para los pequeños alumnos y los cuentos populares pasaron pronto a las aulas. Ya en 1741 los cuentos de Perrault aparecen en una edición inglesa bilingüe destinada a los niños que aprendían francés. Se inauguraba así otro fenómeno asociado a la literatura infantil hasta la actualidad: su presencia en la escuela.
La literatura de tradición oral había ido perdiendo gradualmente su cualidad de "popular" en el sentido de patrimonio común de las gentes, pero esta cualidad resurgió a través de su traspaso, en parte, a la lectura y a la literatura infantil. A través de esta nueva literatura, muchos de los personajes, motivos y cuentos folclóricos han obtenido un nuevo tipo de "popularidad" al generalizarse su conocimiento durante la infancia y mantenerse hasta ahora como referencia social compartida. En este sentido, Rodari señaló que bastan cinco palabras (niña, bosque, flores, lobo, abuela) para que cualquier persona delmundo occidental evoque y responda "Caperucita Roja". Este tipo de difusión social que ahora se comparte con las pantallas, sobre todo con la familiarización de varios de los cuentos a través de las películas de la industria Disney.
- La pedagogía racionalista rechaza los cuentos populares como literatura adecuada a la infancia (s. XX - años 30)
Sin embargo, a partir de los años treinta del siglo XX, y especialmente durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, triunfó en Europa una nueva pedagogía de adscripción racionalista que contempló los cuentos populares como la expresión de una sociedad arcaica y periclitada, conduciendo a un amplio rechazo de esos relatos como literatura apropiada para la infancia. A este clima responden las versiones de Caperucita Roja que intentan suprimir la carga de violencia que contiene el cuento para introducir valores de imaginación, perdón y reconciliación.
- Con la interpretación psicoanalítica de los cuentos, estos son considerados adecuados para el desarrollo de la personalidad infantil (años 70)
En este clima de civilizado rechazo, la revalorización de los cuentos populares realizada por el psicoanálisis, durante la década de los setenta, provocó una auténtica conmoción en los medioseducativos. Los cuentos son considerados un medio para suavizar y encauzar las angustias existenciales. Desde el psicoanálisis, se ven como fármacos para aliviar tensiones, ya que presentan "todas las dificultades" fundamentales del hombre: la lucha por la propia identidad, la superación de la etapa infantil que ata al adolescente con sus padres, la muerte, etc." (Ventura y Durán, 1986:15). La insistencia de Bettelheim y otros autores en el beneficio psicológico que obtienen los niños y niñas con la recepción de estas historias logró que los cuentos populares pasaran a considerarse un legado literario idóneo para la formación de la personalidad y se defendió la necesidad de transmitírselos en su forma original, tal como la tradición se había ido decantando por los motivos e imágenes que más satisfacían simbólicamente las necesidades psíquicas de resolución de los conflictos vitales de los oyentes.
Las teorías psicoanalíticas de la década de los setenta actuaron más bien como un desencadenante de la reivindicación sobre el valor educativo de la fantasía tras unas décadas de predominio racionalista y realista. La vuelta al folclore se produjo, pues, de forma entusiasta y muy oportuna para la etapa educativa infantil que acababa de hacer su aparición en el sistema educativo escolar. Para Caperucita Roja, el retorno a los orígenes llevó aparejado un cambio: la sistemática preferencia de la versión de los Grimm por encima de la de Perrault. El mensaje sexual represivo y el castigo definitivo de Caperucita en la versión de este último resultaban poco adecuados para los estándares modernos de la literatura infantil.
- Actualmente, vence el criterio literario frente al pedagógico en los cuentos infantiles
Justificar la especificidad del cuento bajo criterios pedagogicos ya no se tiene en pie. El único argumento posible ha de extraerse de su carácter estético-literario. Con el estructuralismo francés (la narratología), se consolida el estudio de los rasgos formales de la narrativa, proponiéndose múltiples modelos de análisis estructural del relato. Lo que individualiza al cuento es la existencia de unos universales narrativos constituidos por 31 funciones y siete ejecutores de las acciones (Pozuelo, 1989: 229). Esto permite descubrir en el cuento una estructura estable, fija o inmutable, a la que se adhieren otras capas, que expresan las necesidades psico-culturales del momento.
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